
Alberto Rojas Giménez, gran amigo de Pablo, se ocupaba en gran parte de la dirección de “Claridad”. Aunque era pobre, era un tipo elegante y gran conocedor, vestía con sombrero cordobés y sus corbatas siempre resaltaban sobre el resto de su ropa. Siempre hacía regalos a los demás, regalaba sus efectos personales, y cuando ya no le quedaba nada material, escribía alguna frase, o alguna idea hilarante en un trozo de papel, para ofrecerlo como un presente. Fue un gran poeta cuyos versos se publicaron tardíamente, e inundaba todo con las pajaritas de papel que él mismo confeccionaba. Alberto se encontró en una ocasión con un extraño hombre cuyo hobby era saltar el ataúd de las personas más interesantes que había conocido en vida. Era su manera de rendirles homenaje. Este señor le pidió permiso para saltar por encima de él una vez muriera, y Alberto le concedió con alegría ese privilegio.
Años después, Alberto Rojas Giménez murió de una bronconeumonía, provocada por haber salido a la calle en mangas de camisa –abandonando el abrigo en algún bar –en pleno invierno chileno.
A Pablo le afectó mucho la muerte de su amigo, al enterarse, y desde España empezó a escribir su elegía “Alberto Rojas viene volado”. También realizó una pequeña ceremonia en la Basílica de Santa María del Mar para acercarse más al poeta muerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario