
Al fin, Pablo consiguió superar el liceo -aunque con dificultades en la asignatura de matemáticas - y logró entrar en la Universidad de Santiago de Chile. Viajó a la Ciudad desde Temuco en tercera clase de un tren de larga distancia (tardó un día y medio en llegar). En el transcurso del viaje evocaba los paisajes de Temuco, y se veía invadido aún por su encanto. Añoraba la selva, echaba de menos a su pueblo natal.
Cuando llegó a la ciudad de Santiago, se instaló primero en la calle Maruri 513, en una casa de pensión a la que iba recomendado.
Fue una época de gran creación poética, pero también de hambre : « Escribí mucho más que hasta entonces, pero comí mucho menos ». En Santiagó conoció a un amigo poeta, Romeo Murga que aunque era grande y alto, estaba algo desgalichado debido al hambre, lo que más tarde provocaría su muerte. En una ocasión que habían ido a leer sus poesías en voz alta a San Bernardo para un gran grupo de personas, fueron abucheados y tachados de pobres y hambrientos.
Después Pablo se mudó a una casa alquilada en Argüelles, haciéndose totalmente independiente. Sin embargo el dueño era un poco extraño, y estaba altamente interesado en los asuntos del más allá. Toda la casa estaba llena de pintadas en las paredes, con frases relacionadas a la muerte, del estilo de « Afróntalo, estás muerta ». Le explicó a Palo que su mujer había fallecido, que los muertos al perecer no se dan cuenta de su estado real, y es conveniente hacérselo ver mediante mensajes, para que puedan descansar en paz. Este dueño empezó a fisgar entre las cosas del poeta, y a controlar los documentos y actividades de Pablo, lo que provocó que cambiara de alojamiento, trasladándose a una lavandería también de alquiler.
Allí, en Santiago, Neruda fue juntándose con otros poetas, escribía varios poemas al día, y luego se reunía con sus amigos en una cervecería para hablar de lírica y poesía. Las calificaciones de estudios iban bajando. También comenzó a llevar una capa, obtenida de los compañeros de trabajo de su padre en el ferrocarril, que la usaban para resguardarse del frío y la lluvia. Esta indumentaria comenzó a ponerse de moda entre los poetas jóvenes, que se reunían en la famosa cervecería plantando cara y armando peleas contra los matones y malas gentes frecuentes del lugar. Fueron unos tiempos de gran ocupación y desenfreno.
El poeta narra en sus memorias el episodio que le ocurrió una vez con una mujer viuda. Atraído por ella, empezó a hablar y a mejorar su relación, hasta que un día, al acostarse juntos, ella gritaba repetidamente el nombre de su difunto marido.
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