
Entre las personas más interesantes que Pablo Neruda conoció en vida, destacan Alberto Valdivia, Omar Vignole y Álvaro Guevara.
Alberto Valdivia era un hombre extremadamente flaco con gafas. Su aspecto delgado y frágil era el motivo de que sus amigos le pusieran como mote “Cadáver Valdivia”. Así, con esta inocente broma, adoptaron como rito realizar una gran cena todas las noches anteriores al 1 de Noviembre, y después marchar hacia el cementerio, donde abandonaban a Valdivia provisto de algo de dinero para que pudiera pasar la noche. Después de pocos días, Alberto Valdivia regresaba con sus amigos sigilosamente.
Omar Vignole, un escritor excéntrico al que conoció Pablo iba a todos los lugares con una vaca (atada de una cuerda) que había adquirido en Argentina. En el Congreso del Pen Club mundial, consiguió burlar los sistemas de seguridad introduciendo la vaca al congreso en un furgón donde la escondía.
En una ocasión, Omar Vignole retó a un luchador de catch-as-can, el “Extrangulador de Calcuta” a un combate en un Luna Park. Llegó al ring y ató su vaca a una esquina. Empezó el combate y a los pocos segundos ya había sido derrotado, permanecía inmovilizado en el suelo mientras una incontable masa de personas pedía a gritos que la pelea prosiguiera.
Vignole siempre publicaba títulos alusivos a la relación con su vaca. Al publicar su libro “Conversaciones con la vaca” añadió una dedicatoria que decía “Dedico este libro filosófico a los cuarenta mil hijos de puta que me silbaban y pedían mi muerte en el Luna Park la noche del 24 de febrero.”
Otro interesante amigo al que conoció Pablo Neruda fue Álvaro Guevara. Al acercarse la Segunda Guerra Mundial, un día Álvaro le llamó urgentemente para mostrarle la solución que había encontrado a los problemas universales. Álvaro le mostró una obra de teatro llamada “El huevo de Colón”, y le explicó a Pablo el ejemplo de las papas. Si una persona planta una papa, de ella crecerán cuarenta o cien papas. Si todas las personas plantaran una papa, los problemas del hambre se acabarían.
A todos estos interesantes personajes los admiró Neruda –seguramente con cierta envidia –por su complejidad, aunque él confesó ser más sencillo que cualquiera de ellos, nacido principalmente para amar.
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