El 12 de noviembre de 1972, Pablo Neruda, enfermo de cáncer, tuvo que abandonar su puesto de embajador en París por razones de salud. Cojeando y físicamente reducido se trasladó directamente desde el aeropuerto de Santiago a su casa de Isla Negra, en las cercanías de Valparaíso.
Días después, las Unidad Popular organizó un homenaje nacional al gran poeta en el Estadio de Santiago. Neruda asistió, y regresó a su casa de la que no volvería a salir hasta su traslado a la Clínica Santa María de Santiago, en la que fallecería el 23 de septiembre, donde hasta los últimos momentos siguió trabajando en sus memorias “Confieso que he vivido” y en nuevos versos.
Enfermo desde hacía más de diez meses, la conmoción del golpe de Estado, la trágica muerte de su amigo, el presidente de Chile, Salvador Allende, y los terribles sucesos que a partir del 11 de septiembre se suceden en el país, sin duda contribuyeron a acelerar la muerte del poeta, que tan sólo sobrevivió doce días al golpe de Estado y a la muerte de Allende, sólo tres días más que ese enigmático verso que aparece en el libro “Una casa en la arena”.
« …. El tiempo pasará, gastado y encendiendo
otra piel, otros ojos, otras uñas, y entonces…
….Todo tendrá firmeza sin nosotros
todo estará dispuesto para los nuevos días… »
Pablo Neruda
Último discurso de Salvador Allende desde el Palacio de la Moneda, el 11 de septiembre de 1973
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