
En junio de 1927, Pablo Neruda partió en barco con su amigo Álvaro, iniciando así su viaje. En Buenos Aires, cambiaron un billete de primera clase por dos de tercera, y se embarcaron en dirección hacia Europa. El barco era incómodo, pero en él había muchas pasajeras hermosas en las que Alvaro, el amigo de Pablo, pronto fijó su atención. Era un tipo seductor para las mujeres. Una de sus tácticas era imitar pronosticarles el porvenir leyendo las líneas de sus manos. En ese viaje Pablo se enamoró de una joven Brasileña que viajaba con sus padres y sus dos hermanos.
Cuando llegaron a Lisboa, el poeta se sintió impresionado por toda su atmósfera, sus edificios y movimiento.
En Madrid vivían la dictadura de Primo de Rivera, y fue en esa época cuando escribió los poemas iniciales de “Residencia en la Tierra”.
Al llegar a París, observaron que estaba repleto de sudamericanos que se movían casi exclusivamente por Montparnasse y los cafés principales. No podían vivir los unos sin los otros. Allí conoció al gran poeta César Vallejo, del que se hizo amigo enseguida. Cuando fueron presentados, César elogió a Pablo, indicándole que era el mejor poeta entre todos ellos, a lo que Pablo contestó maleducadamente, pidiendo que no volviera a repetir semejante afirmación. Sin embargo a partir de ahí no volvieron a tener problemas. César tenía rasgos indios, y una aparente solemnidad en su rostro que se esfumaba cuando no estaba presente su mujer, una francesa a la que se hallaba prácticamente sometido.
Entonces tuvo lugar la llegada de un hombre muy esperado de origen chileno, un amigo de Rafael Alberti. Condon, que así se llamaba el poeta organizó una fiesta en una discoteca de rusos. En medio de la velada, Condon de repente cayó desplomado al suelo, y no se despertaba con nada. Todos los clientes se fueron de la discoteca, y el encargado cerró las puertas para que Pablo y sus amigos no se marcharan sin pagar. Sólo pudieron salir dejando la documentación de cónsul de Pablo en manos del encargado. Hubo sin embargo una mujer rubia que no se había marchado. Pablo y su amigo Álvaro la invitaron a pasar la noche con ellos en el hotel, y después de acostarse con ella, a la mañana siguiente la abandonaron sonriente en un taxi en alguna remota calle de París.
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