martes, 13 de enero de 2009

Pablo Neruda en unos pocos fotogramas


Pablo Neruda (Parte 1)


Pablo Neruda (Parte 2)


Pablo Neruda (Parte 3)

El final acercándose y el bombardeo al Palacio de la Moneda

Salvador Allende y Pablo Neruda



El 12 de noviembre de 1972, Pablo Neruda, enfermo de cáncer, tuvo que abandonar su puesto de embajador en París por razones de salud. Cojeando y físicamente reducido se trasladó directamente desde el aeropuerto de Santiago a su casa de Isla Negra, en las cercanías de Valparaíso.

Días después, las Unidad Popular organizó un homenaje nacional al gran poeta en el Estadio de Santiago. Neruda asistió, y regresó a su casa de la que no volvería a salir hasta su traslado a la Clínica Santa María de Santiago, en la que fallecería el 23 de septiembre, donde hasta los últimos momentos siguió trabajando en sus memorias “Confieso que he vivido” y en nuevos versos.

Enfermo desde hacía más de diez meses, la conmoción del golpe de Estado, la trágica muerte de su amigo, el presidente de Chile, Salvador Allende, y los terribles sucesos que a partir del 11 de septiembre se suceden en el país, sin duda contribuyeron a acelerar la muerte del poeta, que tan sólo sobrevivió doce días al golpe de Estado y a la muerte de Allende, sólo tres días más que ese enigmático verso que aparece en el libro “Una casa en la arena”.



« …. El tiempo pasará, gastado y encendiendo

otra piel, otros ojos, otras uñas, y entonces…

….Todo tendrá firmeza sin nosotros

todo estará dispuesto para los nuevos días… »

Pablo Neruda




Último discurso de Salvador Allende desde el Palacio de la Moneda, el 11 de septiembre de 1973

El destierro y la esperanza

Pablo Neruda y Matilde Urrutia, su mujer




El ministerio de Chile aceptó la dimisión de Pablo como cónsul. En primer lugar comenzó por viajar a Perú (donde escribiría “Alturas de Macchu Picchu”); después regresaría a Chile (donde sería elegido senador de la República en 1945 y trataría de combatir la pobreza de los habitantes de su país). Residió en su país natal hasta que el dictador González Videla se hizo con el mando y ordenó la persecución implacable del poeta. En todo ese tiempo Neruda estuvo escondiéndose, y por fin, en 1949 consiguió huir del país atravesando los Andes y llegando hasta Francia. A partir de ese momento comenzaría de nuevo un etapa de dinamismo en la vida de Pablo Neruda, marcada por los largos viajes que realizó (desde la Unión Soviética a la India, pasando varias veces por China, Ceilán, Birmania e Italia, donde pasaría un tiempo residiendo en una casa prestada con su tercera y definitiva mujer, Matilde Urrutia). A ella le dedicaría sus “Versos del capitán”, aunque los publicaría de forma anónima para no herir la sensibilidad de su antigua mujer, Delia del Carril. Acabó su destierro en 1952 y retornaría a su ciudad, Santiago de Chile. Nuevos e importantes trabajos surgieron durante su estancia en Chile entre1952 y 1957: las “Odas elementales”, las “Nuevas Odas elementales”, y el “Tercer libro de las odas”.

En 1963 Neruda recibió el premio Novel, después de varias tentativas en años anteriores, y todos sus amigos lo recibirían con alegría. Así mismo, para el poeta supuso gran satisfacción.


Pablo Neruda recibiendo el Nobel en 1963


Entrevista a Pablo Neruda (1971)

Su regreso a Chile

En 1941, Pablo Neruda fue agredido violentamente en Cuernavaca, México, por un grupo nazi. Después de las ofensas sufridas, muchos intelectuales y personas de diferentes lugares le enviaron su adhesión.

En 1942 ocurrió algo inesperado, el fallecimiento de su hija. El poeta se vio terriblemente afectado por la muerte de su hija de nueve años Malva Marina, giro inesperado que daría lugar a un tono de nuevo más amargo y pesimista en su poesía.

En julio de 1943 se casó con Delia del Carril, su segunda esposa (recordemos que su primera mujer había sido María Antonieta Hagenaar, conocida en Java durante sus primeros grandes viajes. Hagenaar era la dama con la que había tenido su primera y única hija Malva Marina). Malva Marina, la hija de Pablo Neruda y María Antonieta Hagenaar, había nacido con cierta enfermedad que trajo mucho dolor a la experiencia familiar del poeta. Podemos observar las características de este dolor irremediable en su poema "Enfermedades en mi casa", del libro de “Residencia en la tierra”.

El 27 de agosto del mismo año empezaría su viaje de vuelta a Chile después de haber recibido una gran comida de despedida a la que asistieron dos mil personas.

Sus funciones reales de cónsul

A pesar de su posición y de los viajes, Neruda estaba descontento con su trabajo. Se recordaba a sí mismo como a un policía. Tenía como norma investigar las nacionalidades de los inmigrantes y vetar la entrada a africanos, asiáticos, israelitas…

También sufrió llamadas de atención al fundar la revista “Araucanía”, en cuya portada aparecía la imagen de una bella mujer araucana, en incumplimiento con las normas que imponía el gobierno.

A Pablo le parecía que los chilenos pretendían crear una élite pura de blancos con buena posición social, económica y culural.

Su viaje a Guatemala

Dictador Jorge Ubico


Durante su cargo de cónsul en México, en una ocasión decidió viajar a Guatemala con un compañero llamado Miguel Ángel Asturias. En ese país con un severo régimen dictatorial, los ciudadanos que disidían eran duramente reprimidos. Allí le invitaron a dar un recital de poesía. Mientras leía sus versos en voz alta estaba vigilado por cuatro ametralladoras con orden de abrir fuego en el momento en el que el jefe de policía se levantara para salir de la sala. Sin embargo el jefe de policía se quedó a escuchar todo el recital. Avisaron a Pablo de que el dictador Ubico quería conocerle en persona, pero él se negó y volvió rápidamente a México.

Su interés por la malacología, la colección de caracolas


Una de las mayores pasiones del poeta, era reunir colección de caracolas de todos los tipos y tamaños. Viajó hasta sitios remotos y se adentró en arduos lugares para conseguirlas. Tanta fama acarreó este curioso hobbie, que corrió el rumor de una anécdota que agradaba al poeta. Contaban que el profesor Juhan Huxley había preguntado a los periodistas del aeropuerto donde desembarcó acerca del malacólogo Neruda, en lugar de preguntar por el poeta Neruda (malacólogo es la persona dedicada al estudio de los moluscos), insistiendo en no conocer a ningún poeta de semejante apellido.

Por fin cuando la colección se hizo famosa decidió donarla a la Universidad de Chile, que la recibió con alabanzas y luego la dejó abandonada en algún sótano.

De Neftalí Reyes a Pablo Neruda

Jan Neruda, el escritor




Ergon Erwin Kish, el escritor, le preguntaba constantemente por qué había elegido el apellido Neruda para publicar sus obras. El poeta siempre se negó a contestarle. Más tarde admitió que eligió ese seudónimo para evitar conflictos con su padre, quien no admitía que su hijo se dedicara a escribir poesía. Copió el apellido del escritor checo Jan Neruda, de una revista que había encontrado. Más tarde descubrió que se trataba de un importante autor homenajeado con un monumento en Praga, donde Pablo depositaría un ramo de flores cuando visitara la ciudad.

Para comprender con más claridad el cambio de su nombre, es recomendable ver la película "De Neftali a Pablo, Una Historia sobre Pablo Neruda", dirigida por Marcelo Ferrari en 2004 y promovida por la Fundación Pablo Neruda con motivo de su centenario.

Su llegada a México en 1940

Cenote en México



En 1940, el gobierno chileno envió a Neruda a México. La primera vez que lo vio recordaba las palabras de Alfonso Reyes, que identificaba al país como “La región más transparente del aire”. Pablo se dejó fascinar por los mercados mexicanos, la contundente historia de México y su impresionante geografía, pero lo que enamoró fue la atmósfera de profundidad y movimiento en las ciudades y las personas. También visitó con curiosidad las ruinas que habían dejado los antiguos mexicanos. En sus memorias, el mismo poeta expresa con empatía y fascinación sus descubrimientos acerca de los sacrificios. Había unos muy particulares que se realizaban en pozos naturales llamados cenotes. Enjoyaban a una mujer virgen y la adornaban con flores, para luego lanzarla al fondo del pozo sin que volviera a emerger jamás.

En México se daba la moda en los varones de llevar pistola. En una celebración en barca que le estaban haciendo a Neruda sus amigos mexicanos, cada uno quería que disparara su revólver para dejar grabada en él esa valiosa conmemoración. Pablo cogió un sombrero mexicano, y recogió todas las armas. Se las llevó a casa y las confiscó durante varios días. En sus memorias afirmaba que le gustaba pensar en sí mismo como en el único poeta que ha tenido una antología de pistolas.


lunes, 12 de enero de 2009

El barco "Winipeg"

Barco Winipeg


Una mañana Pablo recibió un telegrama del presidente Pedro Aguirre, que daba una contraorden para impedir que los inmigrantes españoles partieran a Chile. Neruda se vio forzado a recurrir a su amigo Negrín para pedirle consejo. Sacaron la conclusión de que debían contactar con el gobierno chileno. Aunque la llamada telefónica a Chile tenía muy poca calidad, consiguieron hablar con el Ministro chileno Ortega, gracias a cuya presión con el rechazo a la contraorden, llegó a España un telegrama al día siguiente para proseguir con el exilio a Chile. Los españoles habían conseguido un barco llamado “Winipeg”. A finales del año 1939, el “Winipeg” arribaba a las costas chilenas cargado de exiliados españoles.

Arellano Marín, el supuesto ayudante

Para ayudar a Neruda con su labor de enviar inmigrantes españoles a Chile, el gobierno chileno le envió un supuesto ayudante. Se llamaba Arellano Marín, y había sido un jesuita anteriormente. Desde los primeros días trajo malas vibraciones a Pablo. En poco tiempo ya se codeaba con importantes políticos españoles, haciéndoles grandes regalos y despilfarrando para sí mismo importantes sumas de dinero. En una ocasión Neruda se decidió a ir a hablar con él sobre sus hábitos tan poco productivos. Éste se encontraba en Bruselas, hospedado en el mejor hotel de la ciudad. Después de comer, subieron juntos a la habitación de Arellano, donde Pablo le expuso seriamente todas sus opiniones acerca de las malas actitudes que estaba demostrando. Arellano estalló en lágrimas y Neruda tuvo que salir de la habitación. Antes de eso, cuando subían por las escaleras, se habían encontrado a dos tipos conocidos de Arellano, que querían hablar con él. Así que cuando Pablo salió de allí, vio cómo se adentraban en la habitación los dos señores que habían visto en las escaleras.

Este suceso no encontraría respuesta hasta años más tarde, cuando Pablo encontró a los dos caballeros en México, donde ya era cónsul. Al principio no les reconoció, pero luego logró acordarse de la extraña situación en el hotel de Bruselas. Mantuvieron una conversación los tres. Estos dos señores habían entrado a la habitación y habían encontrado a Arellano llorando en una crisis nerviosa. Éste les había contado que Pablo iba a delatarles a la Gestapo como comunistas españoles peligrosos. También les dijo que le entregaran las valijas donde llevaban el dinero de los sindicatos obreros españoles, que él se las guardaría hasta que pudieran regresar, tenían que huir inmediatamente. Así Arellano se quedó con todo el dinero de los sindicatos que contenían las valijas, engañando a todos como de costumbre.

Mucho tiempo después, comunicaría en Chile su renuncia al partido comunista por “disidencias de opinión”.

El exilio a Chile de los españoles


Pronto salió de Isla Negra. Hubo cambios en el gobierno de Chile. Pasó a ser un gobierno progresista, y trató de ayudar a los exiliados españoles que huían del franquismo. A Pablo le asignaron la tarea de viajar a París con el cargo de “Cónsul encargado de la inmigración española”, recomendado por el mismo presidente Pedro Aguirre Cerda. Su plan era llevar a Chile a todos los inmigrantes españoles posibles, ofrecerles trabajo y nacionalidad. Cuando llegó Neruda a Francia, le establecieron en un despacho de un cuarto piso. Desde el primer momento trataron de imponerle dificultades para obstaculizar su trabajo, y tratar de impedir que exiliara a españoles de los campos de concentración donde los tenían retenidos. Cortaron el funcionamiento del ascensor, para que los hombres, la mayoría heridos, tuvieran una gran barrera al subir hasta el despacho de Pablo. También le negaron al poeta papel para escribir. Fueron estas actitudes de los diplomáticos las que hicieron el trabajo de Neruda más duro de lo previsto.

Isla Negra


A su llegada a Chile, Pablo Neruda sintió la urgencia de dar un giro en su poesía. Anteriormente se había centrado en los objetos, los paisajes, la naturaleza, la geografía, pero había dejado de lado al hombre. Por eso sintió la necesidad de cambiar, de hacer a partir de ahora una poesía más llena de humanismo, no amarga ni melancólica, sino humana. La Guerra Civil había cambiado por completo la poesía del poeta.

Para poder trabajar tranquilo, decidió buscar un sitio alejado y apacible, una casa en Isla Negra, que pagó con el dinero de los editores que financiaron su nuevo proyecto, el “Canto General”. Esta obra era un recorrido por la historia, la geografía y la vida de su país, Chile.





Las casas de Pablo Neruda

El nazismo en Chile













De izquierda a derecha, el fascista Adolf Hitler, y los comunistas Carl von Ossiestzky y Martin Niemöller




En 1937 Neruda regresó a chile de nuevo en tercera clase. En su país se estaban comenzando a implantar ideas fascistas alemanas apoyadas en gran medida por la oligarquía. Banderas con esvásticas poblaban algunas calles. En una ocasión Pablo entró en un establecimiento para llamar por teléfono, era el único teléfono local. El dueño había situado el teléfono de tal manera que al cogerlo la mano se quedara estirada, haciendo una reverencia a un gran retrato de Hitler que había delante.

En 1938, Neruda se puso al cargo de la revista “Aurora de Chile”, una revista antifascista constituida por muchos poetas chilenos. En esos tiempos, el Embajador hitleriano de Chile regalaba libros nazis a la Biblioteca Nacional. Pablo y los demás editores de la revista “Aurora de Chile” decidieron contestar a esa actitud reuniendo un número importante de libros alemanes, entonces prohibidos por Hitler en Alemania, para regalárselos a la Biblioteca Nacional. Sin embargo no pudieron entregárselos, porque les habían cerrado las puertas con candado. Sin conformarse con esto, organizaron un desfile y entraron en el salón de honor de la universidad con un retrato del pastor Niemöller y otro del pacifista Carl von Ossietzky. Dejaron los libros y los retratos en el estrado donde se encontraba el Ministro de Relaciones Miguel Cruchaga, que estaba presidiendo algún acto, y así fueron aceptados los libros.

El 18 de agosto de ese mismo año, 1938, murió la madrastra de Pablo Neruda, doña Trinidad Candia, a la que más tarde, en 1964, le dedicaría un poema titulado “La mamadre”, integrado en su libro “Memorial de Isla Negra”.

Rafael Alberti


Neruda conoció a Rafael Alberti en Madrid, y siempre le tuvo por un gran amigo y un poeta maravilloso. Pablo contaba que Alberti recogía lo mejor de toda la poesía española, un poco de cada una de sus esencias. Alberti usó desde muy temprano su poesía como instrumento para la lucha republicana, como arma pacificadora. Estuvo al borde de la muerte muchas veces, pero fue un superviviente de los horrores de la Guerra.

La ideología de Pablo Neruda


Pablo se empezó a considerar a sí mismo comunista durante la Guerra Civil Española. En aquella época los grupos anarquistas padecían una gran desorganización, y tenían en muchas ocasiones un comportamiento de innecesaria violencia. Patrullaban por las calles con pulseras y collares de balas, y armados hasta arriba. Un día que Neruda entró a un bar con su amigo, el poeta León Felipe, ocurrió un incómodo suceso. El amigo de Pablo vestía con una capa española larga, y al entrar en ese bar, sus pliegos rozaron a un jefe anarquista que salía de establecimiento en ese mismo instante. Por la elegancia de su capa, creyeron necesario acabar con él, posible representante de la opulencia. Entre dos soldados cogieron a León Felipe y se lo llevaron para fusilarlo. Sin embargo, Pablo consiguió contactar con ellos, explicarles la situación y lograr que lo liberaran. Neruda eligió su ideología comunista, y explicaba que eran las tropas comunistas españolas las únicas que estaban ordenadas, las únicas que mantenían un espíritu fuerte para con la lucha antifascista.

El congreso en Madrid y la Casa de las flores

La casa de las flores víctima de la Guerra


En 1937, decidieron que tenían que celebrar en Madrid un congreso de escritores antifascistas, donde contarían con la presencia de muchos autores españoles y el apoyo de muchos otros extranjeros, así como el irlandés W.B.Yeats.

Aragon, un amigo de Neruda, organizaba gran parte del trabajo.

Para la organización del congreso recibieron apoyo del gobierno español, y fueron añadiéndose sucesivamente numerosos poetas. Octavio Paz, recién llegado desde México, César Vallejo, Vicente Huidobro -con el que Pablo no se trataba, -etc. Todos llegaron a París y partieron desde allí, juntos hacia Madrid. En el viaje Vicente Huidobro había perdido la maleta, y fue a hablar de ello con Malraux, que era el líder de la expedición. Sin embargo se encontraba muy ocupado, debido a que el tren había sufrido una avería y temía que llegaran tarde. Por ello, contestó de mala manera a Huidobro, quien se fue indignado a su compartimiento. Neruda presenció toda la escena.

Más tarde, al llegar por fin a Madrid, Pablo fue a visitar su antigua casa, en el edificio de “La casa de las flores”, acompañado por Miguel Hernández. Este último había conseguido un furgón para recoger los libros y enseres personales del hogar del poeta, pero cuando entraron y la vieron saqueada y mancillada, Neruda decidió que prefería dejarlo todo allí.

Pablo escribió lo siguiente acerca de su casa completamente desordenada, de las máscaras que había coleccionado de los países orientales, y que ahora yacían en el suelo, algunas hechas añicos.



Las máscaras y la guerra

... Mi casa quedó entre los dos sectores... De un lado avanzaban moros e italianos... De acá avanzaban, retrocedían o se paraban los defensores de Madrid... Por las paredes había entrado la artillería... Las ventanas se partieron en pedacitos... Restos de plomo encontré en el suelo, entre mis libros... Pero mis máscaras se habían ido... Mis máscaras recogidas en Siam, en Bali, en Sumatra, en el Archipiélago Malayo, en Bandoeng... Doradas, cenicientas, de color tomate, con cejas plateadas, azules, infernales, ensimismadas, mis máscaras eran el único recuerdo de aquel primer Oriente al que llegué solitario y que me recibió con su olor a té, a estiércol, a opio, a sudor, a jazmines intensos, a frangipán, a fruta podrida en las calles... Aquellas máscaras, recuerdo de las purísimas danzas, de ' los bailes frente al templo... Gotas de madera coloreadas por los mitos, restos de aquella floral mitología que trazaba en el aire sueños, costumbres, demonios, misterios irreconciliables con mi naturaleza americana... Y entonces... Tal vez los milicianos se habían asomado a las ventanas de mi casa con las máscaras puestas, y habían asustado así a los moros, entre disparo y disparo ... Muchas de ellas quedaron en astillas y sangrientas, allí mismo ... Otras rodaron desde mi séptimo piso, arrancadas por un disparo... Frente a ellas se habían establecido las avanzadas de Franco... Frente a ellas ululaba la horda analfabeta de los mercenarios... Desde mi casa treinta máscaras de dioses del Asia se alzaban en el último baile, el baile de la muerte ... Era un momento de tregua... Las posiciones habían cambiado ... Me senté mirando los despojos, las manchas de sangre en la estera... Y a través de las nuevas ventanas, a través de los huecos de la metralla... Miré hacia teJos, más allá de la ciudad universitaria, hacia las planicies, hacia los castillos antiguos... Me pareció vacía España... Me pareció que mis últimos invitados ya se habían ido para siempre... Con máscaras o sin máscaras, entre los disparos y las canciones de guerra, la loca alegría, la increíble defensa, la muerte o la vida, aquello había terminado para mí... Era el último silencio después de la fiesta... Después -de la última fiesta... De alguna manera, con las máscaras que se fueron, con las máscaras que cayeron, con aquellos soldados que nunca invité, se había ido para mí España...


Nancy Cunard

Nancy Cunard


Durante la Guerra, Pablo llegó a París con Rafael Alberti y su mujer. Allí decidieron llevar a cabo un nuevo proyecto, junto a Nancy Cunard, para ayudar a los soldados republicanos. Este proyecto era la edición de una nueva revista llamada “Los poetas del Mundo defienden al Pueblo Español”. Nancy Cunard tenía una pequeña imprenta en una casa de campo, así que ellos mismos hicieron la impresión, aunque de manera dificultosa.

Nancy Cunard regresaría años más tarde a Chile, donde moriría en 1969, luchando y defendiendo durante gran parte de su vida los derechos de los negros.

"España en el corazón" y la Guerra Civil en España


En plena Guerra Civil, los poetas que rodeaban a Pablo se decantaban por el bando republicano, y lo defendían con su vida en el campo de batalla. Miguel Hernández era ahora soldado, y Manuel Altolaguirre haciendo de impresor a favor de la República. En una de esas imprentas se imprimió el libro de Pablo Neruda “España en el corazón”, cuyos ejemplares (los que sobrevivieron a la guerra y a las hogueras) tienen una edición muy peculiar, elaborada por los soldados y hecha con los pocos materiales de los que disponían. Al terminar la guerra, siendo derrotados los republicanos, muchos de ellos tuvieron que exiliarse, pero en su camino hacia el extranjero, fueron muchos libros los que desaparecieron bajo los bombardeos franquistas, encadenados a los cadáveres de sus dueños. Miguel Hernández pidió asilo a la embajada de Chile, pero ésta no se lo concedió, y murió de tuberculosis en un calabozo. Pablo Neruda fue destituido de su puesto de cónsul por la ayuda que había prestado a la República.


ESPAÑA EN EL CORAZÓN :

EXPLICO ALGUNAS COSAS


Preguntaréis: Y dónde están las lilas?

Y la metafísica cubierta de amapolas?

Y la lluvia que a menudo golpeaba

sus palabras llenándolas

de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio

de Madrid, con campanas,

con relojes, con árboles.

Desde allí se veía

el rostro seco de Castilla

como un océano de cuero.

Mi casa era llamada

la casa de las flores, porque por todas partes

estallaban geranios: era

una bella casa

con perros y chiquillos.

Raúl, te acuerdas?

Te acuerdas, Rafael?

Federico, te acuerdas

debajo de la tierra,

te acuerdas de mi casa con balcones en donde

la luz de junio ahogaba flores en tu boca?

Hermano, hermano!

Todo

eran grandes voces, sal de mercaderías,

aglomeraciones de pan palpitante,

mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua

como un tintero pálido entre las merluzas:

el aceite llegaba a las cucharas,

un profundo latido

de pies y manos llenaba las calles,

metros, litros, esencia

aguda de la vida,

pescados hacinados,

contextura de techos con sol frío en el cual

la flecha se fatiga,

delirante marfil fino de las patatas,

tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo,

y una mañana las hogueras

salían de la tierra

devorando seres,

y desde entonces fuego,

pólvora desde entonces,

y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,

bandidos con sortijas y duquesas,

bandidos con frailes negros bendiciendo

venían por el cielo a matar niños,

y por las calles la sangre de los niños

corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazarla,

piedras que el cardo seco mordería escupiendo,

víboras que las víboras odiaran!

Frente a vosotros he visto la sangre

de España levantarse

para ahogaros en una sola ola

de orgullo y de cuchillos!

Generales

traidores:

mirad mi casa muerta,

mirad España rota:

pero de cada casa muerta sale metal ardiendo

en vez de flores,

pero de cada hueco de España

sale España,

pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,

pero de cada crimen nacen balas

que os hallar n un día el sitio

del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía

no nos habla del sueño, de las hojas,

de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,

venid a ver

la sangre por las calles,

venid a ver la sangre

por las calles!

El asesinato de Federico García Lorca

Federico García Lorca


El día 19 de julio de 1936 Pablo Neruda y Federico García Lorca se habían citado en el circo Price, para asistir a un espectáculo de catch-as-can. Lorca faltó a la cita, le estaban llevando camino de su muerte. Pablo siempre le admiró y le tuvo por un genio de la gracia y la metáfora. Para Neruda, la Guerra Civil empezó con el asesinato de Federico García Lorca.

Después de la brutal muerte de su amigo poeta, Neruda escribió su “Oda a Federico”. Pablo también contaba que Federico había sufrido una premonición de su muerte. Lorca había narrado a Pablo un episodio que para él había sido una tragedia: presenció cómo un grupo de cerdos hambrientos devoraban a un cordero, y sintió tal horror y tristeza, que tuvo que salir de allí rápidamente.

Para Pablo siempre quedó la imagen de la alegría infantil que hubo en García Lorca.



Oda a Federico


SI pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos.

Porque por ti pintan de azul los hospitales
y crecen las escuelas y los barrios marítimos,
y se pueblan de plumas los ángeles heridos,
y se cubren de escamas los pescados nupciales,
y van volando al cielo los erizos:
por ti las sastrerías con sus negras membranas
se llenan de cucharas y de sangre
y tragan cintas rotas, y se matan a besos,
y se visten de blanco.

Cuando vuelas vestido de durazno,
cuando ríes con risa de arroz huracanado,
cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes,
la garganta y los dedos,
me moriría por lo dulce que eres,
me moriría por los lagos rojos
en donde en medio del otoño vives
con un corcel caído y un dios ensangrentado,
me moriría por los cementerios
que como cenicientos ríos pasan
con agua y tumbas,
de noche, entre campanas ahogadas:
ríos espesos como dormitorios
de soldados enfermos, que de súbito crecen
hacia la muerte en ríos con números de mármol
y coronas podridas, y aceites funerales:
me moriría por verte de noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie llorando,
porque ante el río de la muerte lloras
abandonadamente, heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.

Si pudiera de noche, perdidamente solo,
acumular olvido y sombra y humo
sobre ferrocarriles y vapores,
con un embudo negro,
mordiendo las cenizas,
lo haría por el árbol en que creces,
por los nidos de aguas doradas que reúnes,
y por la enredadera que te cubre los huesos
comunicándote el secreto de la noche.

Ciudades con olor a cebolla mojada
esperan que tú pases cantando roncamente,
y silenciosos barcos de esperma te persiguen,
y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo,
y además caracoles y semanas,
mástiles enrollados y cerezas
definitivamente circulan cuando asoman
tu pálida cabeza de quince ojos
y tu boca de sangre sumergida.

Si pudiera llenar de hollín las alcaldías
y, sollozando, derribar relojes,
sería para ver cuándo a tu casa
llega el verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados muertos y amapolas,
llegan enterradores y jinetes,
llegan planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas
atravesadas por grandes cuchillos,
llegan raíces, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde
muere entre las arañas un húsar solitario,
llega una rosa de odio y alfileres,
llega una embarcación amarillenta,
llega un día de viento con un niño,
llego yo con Oliverio, Norah
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, María Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales, Concha Méndez,
y otros que se me olvidan.
Ven a que te corone, joven de la salud
y de la mariposa, joven puro
como un negro relámpago perpetuamente libre,
y conversando entre nosotros,
ahora, cuando no queda nadie entre las rocas,
hablemos sencillamente como eres tú y soy yo:
para qué sirven los versos si no es para el rocío?

Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo, para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?

Sobre todo de noche,
de noche hay muchas estrellas,
todas dentro de un río
como una cinta junto a las ventanas
de las casas llenas de pobres gentes.

Alguien se les ha muerto, tal vez
han perdido sus colocaciones en las oficinas,
en los hospitales, en los ascensores,
en las minas,
sufren los seres tercamente heridos
y hay propósito y llanto en todas partes:
mientras las estrellas corren dentro de un río interminable
hay mucho llanto en las ventanas,
los umbrales están gastados por el llanto,
las alcobas están mojadas por el llanto
que llega en forma de ola a morder las alfombras.

Federico,
tú ves el mundo, las calles,
el vinagre,
las despedidas en las estaciones
cuando el humo levanta sus ruedas decisivas
hacia donde no hay nada sino algunas
separaciones, piedras, vías férreas.

Hay tantas gentes haciendo preguntas
por todas partes.
Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el
desanimado,
y el miserable, el árbol de las uñas,
el bandolero con la envidia a cuestas.

Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede ofrecer mi amistad
de melancólico varón varonil.
Ya sabes por ti mismo muchas cosas.
Y otras irás sabiendo lentamente.


El asesinato de Federico García Lorca

La revista Caballo Verde



Durante su vida en España, Pablo conoció personalmente a muchos de los grandes poetas españoles. Vio a Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna , Antonio Machado, y Juan Ramón Jiménez –que atacaba a muchos poetas jóvenes como Neruda –entre otros.

En una ocasión Manuel Altolaguirre, que era impresor, le propuso crear una nueva revista literaria, cuya dirección correría a cargo de Pablo. Neruda ya había dirigido otra revista anteriormente, llamada “Caballo de bastos”.

La nueva revista tomó el nombre de “Caballo verde para la poesía”, y en ella se vieron publicados los versos de Miguel Hernández, Lorca, Alberti, Cernuda, Aleixandre, Jorge Guillén…

Rafael Alberti sugirió cambiar el nombre a “Caballo rojo”, pero nunca varió su nombre inicial. Fueron seis números los que se imprimieron en la vida de la revista, pero el sexto no salió a la calle a causa de la rebelión del poco conocido general Francisco Franco en su guarnición de África.

Miguel Hernández, poeta



Miguel Hernández


En 1934, fue trasladado a Barcelona, pero Tulio Maqueira, un jefe bondadoso, le envió como Cónsul de Chile a Madrid. Allí conoció a Miguel Hernández, amigo de Rafael Alberti y Lorca. Miguel era un poeta de la naturaleza, de colores vivos y ruiseñores, que había sido pastor de cabras. Pablo consiguió que un vizconde le ofreciera un trabajo a petición suya, y Miguel pidió dirigir algún rebaño de cabras, si eso fuera posible. Pablo siempre admiró al poeta, y fue su amigo durante muchos años. Miguel Hernández luchó con valentía en el frente de la Guerra Civil, usando especialmente el arma de sus versos.

Federico García Lorca, amigo de Pablo



Federico García Lorca

En 1932, Neruda regresó a Chile después de un viaje en barco de dos meses, donde publicó sus obras “El hondero entusiasta” (colgada anteriormente en el blog) y “Residencia en la tierra”. En 1933 fue asignado Cónsul de Chile en Buenos Aires. Allí conoció a Federico García Lorca, que se hallaba de visita en Argentina, y más tarde, ambos dieron un discurso conjunto en el congreso del Pen Club. Decidieron recitar un discurso al alimón homenajeando al poeta Rubén Darío, idea que surgió de Federico García Lorca. El siguiente fue el discurso que tuvo lugar en aquella reunión:

Neruda: Señoras...

Lorca: y señores: Existe en la fiesta de los toros una suerte llamada "toreo al alimón" en que dos toreros hurtan su cuerpo al toro cogidos de la misma capa.

N.: Federico y yo, amarrados por un alambre eléctrico, vamos a parear y a responder esta recepción muy decisiva.

L.- Es costumbre en estas reuniones que los poetas muestren su palabra viva, plata o madera, y saluden con su voz propia a sus compañeros y amigos.

N.: Pero nosotros vamos a establecer entre vosotros un muerto, un comensal viudo, oscuro en las tinieblas de una muerte más grande que otras muertes, viudo de la vida, de quien fuera en su hora marido deslumbrante. Nos vamos a esconder bajo su sombra ardiendo, vamos a repetir su nombre hasta que su poder salte del olvido.

L.: Nosotros vamos, después de enviar nuestro abrazo con ternura de pingüino al delicado poeta Amado Villar, vamos a lanzar un gran hombre sobre el mantel, en la seguridad de que se han de romper las copas, han de saltar los tenedores, buscando el ojo que ellos ansían y un golpe de mar ha de manchar los manteles. Nosotros vamos a nombrar al poeta de América y de España: Rubén...

N.: Darío. Porque, señoras...

L.: y señores...

N.: Dónde está, en Buenos Aires, la plaza de Rubén, Daríó?

L.: Dónde está la estatua de Rubén Darío?

N.: El amaba los parques. Dónde está el parque Rubén Darío?

L.: Dónde está la tienda de rosas de Rubén Darío?

N.: Dónde esta el manzano y las manzanas de Rubén Darío?

L.: Dónde está la mano cortada de Rubén Darío?

N.: Dónde está el acento la resina, el cisne de Rubén Darío?

L.: Rubén Darío duerme en su "Nicaragua natal" bajo su espantoso león de marmolina, como esos leones que los ricos ponen en los portales de sus casas.

N.: Un león de botica, a él, fundador de leones, un león sin estrellas a quien dedicaba estrellas.

L.: Dio el rumor de la selva con un adjetivo, y como fray Luis de Granada, jefe de idioma, hizo signos estelares con el limón, y la pata de ciervo, y los moluscos llenos de terror e infinito: nos puso al mar con fragatas y sombras en las niñas de nuestros ojos y construyó un enorme paseo de Gin sobre la tarde más gris que ha tenido el cielo, y saludó de tú a tú el ábrego oscuro, todo pecho, como un poeta romántico, y puso la mano sobre el capitel corintio con una duda irónica y triste, de todas las épocas.

N.: Merece su nombre rojo recordarlo en sus direcciones esenciales con sus terribles dolores del corazón, su incertidumbre incandescente, su descenso a los hospitales del infierno, su subida a los castillos de la fama, sus atributos de poeta grande, desde entonces y para siempre e imprescindible.

L.: Como poeta español enseñó en España a los viejos maestros y a los niños, con un sentido de universalidad y de generosidad que hace falta en los poetas actuales. Enseñó a Valle Inclán y a Juan Ramón Jiménez, y a los hermanos Machado, y su voz fue agua y salitre, en el surco del venerable idioma. Desde Rodrigo Caro a los Argensolas o don Juan Arguijo no había tenido el español fiestas de palabras, choques de consonantes, luces y forma como en Rubén Darío. Desde el paisaje de Velázquez y la hoguera de Goya y desde la melancolía de Quevedo al culto color manzana de las payesas mallorquinas, Daríó paseó la tierra de España como su propia tierra.

N.: Lo trajo a Chile una marea, el mar caliente del Norte, y lo dejó allí el mar, abandonado en costa dura y dentada, y el océano lo golpeaba con espumas y campanas, y el viento negro de Valparaíso lo llenaba de sal sonora. Hagamos esta noche su estatua con el aire, atravesada por el humo y la voz y por las circunstancias, y por la vida, como ésta su poética magnífica, atravesada por sueños y sonidos.

L.: Pero sobre esta estatua de aire yo quiero poner su sangre como un ramo de coral, agitado por la marea, sus nervios idénticos a la fotografía de un grupo de rayos, su cabeza de minotauro, donde la nieve gongorina es pintada por un vuelo de colibrís, sus ojos vagos y ausentes de millonario de lágrimas, y también sus defectos. Las estanterías comidas ya por los jaramagos, donde suenan vacíos de flauta, las botellas de coñac de su dramática embriaguez, y su mal gusto encantador, y sus ripios descarados que llenan de humanidad la muchedumbre de sus versos. Fuera de normas, formas y escuelas queda en pie la fecunda substancia de su gran poesía.

N.: Federico García Lorca, español, y yo, chileno, declinamos la responsabilidad de esta noche de camaradas, hacia esa gran sombra que cantó más altamente que nosotros, y saludó con voz inusitada a la tierra argentina que pisamos.

L.: Pablo Neruda, chileno, y yo, español, coincidimos en el idioma y en el gran poeta, nicaragüense, argentino, chileno y español, Rubén Darío.

Neruda y Lorca: Por cuyo homenaje y gloria levantamos nuestro vaso.





En Batavia



María Antonieta Hagenaar, madre de la única hija de Pablo


Neruda llegó a Batavia, donde sí había consulado. Se presentó allí y se encontró con un hombre colérico que había sufrido una estafa de Mansilla. Había sido engañado, quedándose en Batavia para hacer las funciones del supuesto cónsul Mansilla, y enviarle el dinero de los beneficios.

Pablo decidió entonces enviar un telegrama al Gobierno de Chile, pidió “Ink” (tinta, en inglés) al personal del hotel donde se hospedaba, pero no le entendían. Al final, mostrándoles un tintero de una habitación vecina, entendieron a Pablo diciendo en voz alta “¡Tinta!”, que coincidía en malayo con la palabra en español. Gracias al telegrama, Neruda recuperó su puesto de cónsul, aunque ganando poco dinero. En el hotel comía ricos y abundantes platos, que saciaban la glotonería del poeta.

Un día, ya establecido Neruda en un piso, la mangosta se escapó, y al ser prácticamente el único lazo que unía a Brampy y a Pablo, Brampy regresó a Ceilán dejando a Pablo solo. En ese piso, a pesar de ser pequeño, sobraba espacio, por lo que el poeta contrató a una cocinera y a otro boy, ambos javaneses.

En esa época había conocido a una joven llamada María Antonieta Hagenaar (la que se convertiría en su primera esposa el 6 de diciembre de 1930, y madre de su única hija), una criolla holandesa con algo de sangre malaya, y pensó en casarse con ella. También contó por esos tiempos con la compañía de un cónsul cubano y su mujer, de los que se hizo amigo, y de un cónsul alemán judío, llamado Hertz, que creía imposible que Hitler llegara alguna vez al poder.

En Singapur

En Colombo, la soledad abrumaba a Pablo Neruda. Solo contaba con la compañía de algunas visitas, de amigos con los que bebía y mujeres con las que se acostaba, pero que no mostraban interés en él. Una de ellas le aseguró haberse acostado una vez con catorce hombres la misma noche.

Sin embargo, Pablo no duró mucho más tiempo allí. Fue ascendido por el Ministerio de Relaciones Exteriores, a cónsul de Singapur y Batavia, donde tuvo que trasladarse. Se quería llevar consigo a su mangosta, y para ello se hizo acompañar de Brampy, para que le ayudara a burlar la aduana.

Existían tantos consulados de Chile repartidos por el mundo a causa de dos factores principales: el concepto de “self-importance” que tenían de sí mismos los chilenos; y la embarcación de yute y té desde aquellos países orientales. Los chilenos son unos grandes consumidores de té.

Al llegar a Singapur en barco, descubrió que no existía, a pesar de todo, consulado chileno en ese país, y cuando trató de preguntar por el cónsul llamado señor Mansilla (aquel al que habían visitado él y Álvaro durante su viaje) le respondieron que no había ningún cónsul con ese nombre.

Pablo se apresuró para llegar al barco con Brampy y su mangosta, y continuaron el viaje hacia Batavia. En el barco había conocido a una mujer judía llamada Kruzi. Ella iba a casarse con un gran empresario chino, colocada por una organización que se dedicaba a ese tipo de casamientos de conveniencia, pero fue descubierta por la policía y condenada a regresar a su país. Le contó todo el problema a Pablo, quien le aconsejó visitar aún así al empresario chino que ya lo tendría todo dispuesto, y después de visitarlo, Kruzi volvió con Pablo para hablarle de la situación. El empresario tenía toda la casa preparada ya para que Kruzi se instalara a vivir, y poseía una colección de calzones femeninos de los que la mujer había aceptado algunos. Uno de ellos se lo dedicó a Pablo, ambos hicieron el amor y ya nunca la volvió a ver el poeta.

La vida en Colombo



Pablo Neruda con sus mascotas


En Colombo, no parecía haber llegado ningún atisbo de la revolución que se estaba dando en la India. En la sociedad se establecía una jerarquía en forma de pirámide, ocupando el mejor puesto los colonizadores ingleses. Allí conoció Pablo Neruda a un snob llamado Winzer, cuyo cargo era el de “Conservador del tesoro cultural y arqueológico”, y que se dedicaba a enviar antiguas y valiosas piezas arqueológicas a los museos de Inglaterra, sustituyéndolas en Ceilán por otras esculturas hechas en celuloide japonés. Neruda le consideraba un excelente producto del Imperio, es decir, un auténtico sinvergüenza.

En esos años Pablo sufrió una sorpresa que desestabilizó su vida emocional. Josie Bliss se estableció en Colombo, se mudó a vivir a una casa enfrente a la de Pablo. Ella, que no había cambiado en absoluto, continuó en su nueva vivienda dirigiendo ataques contra la vida social del poeta. Atacaba a los visitantes que entraban a ver a Neruda, y a las mujeres que se citaban con él. Por fin, Josie decidió sacar un pasaje para barco y marcharse de Colombo, y Pablo estuvo a punto de seguirla, a pesar de su inestable personalidad. Sin embargo, el poeta no subió al barco, y sus vidas terminaron por separarse en ese mismo momento.

Durante su vida en Colombo, Neruda escribió parte de su obra “Residencia en la tierra” (en el índice de direcciones a la izquierda del blog, se encuentra la reseña de la página web en la que se puede leer la obra completa de “Residencia en la tierra”), que mostró el tono amargo de verdad y retórica –melancólico pero optimista– que caracterizó a Pablo Neruda en ese período de su poesía.

Ceilán


Ceilán tenía la misma tenía la misma estructura colonial que Birmania y la India. Su estancia en Ceilán fue una de las épocas más solitarias del poeta, pero a la vez fue una etapa luminosa. Pablo vivió en un bungaló junto al mar en Wellawatha. Se levantaba temprano y paseaba por la costa, observando a los pescadores, a los elefantes cargando, etc. Sus únicos acompañantes eran su perro y su mangosta. La mangosta de Pablo había cobrado ya cierto prestigio, (ya que este tipo de animal es famoso por las luchas que mantiene con las cobras). Un día un gran grupo de niños acudió a Pablo. Había una serpiente en el medio de la calle, y pedían que llevara a su mangosta para luchar contra ella. Sin embargo, al verse frente a los colmillos de la cobra, la mangosta que ya se había acomodado a la vida doméstica, salió huyendo en dirección al bungaló.

Brampy, el boy que hacía las tareas de la casa, no era muy hablador. Pablo seguía sumido en su soledad, sin dejar de pensar cómo acercarse a los nativos, una empresa difícil.

Poco a poco se fue integrando y conociendo Colombo. Un día fue invitado a una comida de gala, y en el camino hizo detener el ricksha para escuchar una extraña música que provenía de algún lugar cercano.

En Ceilán seguía existiendo esa fuerte separación entre colonos y nativos, aunque había ciertas excepciones (se producían frecuentes enamoramientos entre colonizadores y nativas). Un caso que fascinó a Pablo fue el del autor Leonard Woolf, expulsado de la colonia por negarse a quemar una choza campesina, y que en su regreso a su Inglaterra escribiría el fantástico libro “A village in the jungle”.

Otro persistente recuerdo del poeta fue una gran cacería de elefantes. Cercados los elefantes y abrumados por la música y los tambores durante varios fatigosos días, los enormes animales eran inmovilizados por otros elefantes ya domesticados. Después los cazadores los ataban a grandes árboles y les dejaban ayunar durante días. Cuando estos estaban ya famélicos, les dejaban comer el mejor de los manjares, y así, se convertían en nuevos animales domesticados.

El traslado de Neruda a Ceilán

Josie Bliss, la mujer de la que se había enamorado Neruda, resultó ser una persona celosa y posesiva. Escondía los telegramas de Pablo, y alguna vez le despertó con sus paseos nocturnos por la habitación con un cuchillo en la mano. Pensaría que la única manera de acabar con sus celos era matar al poeta.

Por fortuna, Neruda recibió un mensaje oficial que le indicaba un ascenso, un traslado a Colombo, la capital de Ceilán, al sur de la India. De esta manera a Pablo se le hizo más fácil abandonar a Josie Bliss, y en el barco comenzó a escribir “El tango del viudo”, mientras dejaba atrás su peligrosa relación.


"Tango del viudo" de Neruda

Oh maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre,
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos,
mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico, de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.

Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las
paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

Daría este viento de mar gigante por tu brusca respiración
oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.

La situación de la India durante la estancia de Pablo

En la imagen Nehru y Gandhi conversando

Pablo Neruda asistió al Congreso de la India. Conocía personalmente a Gandhi, una persona audaz e inagotable, defensor de la autonomía de la India. También se encontraban en el congreso Subhas Chandra Bose, militar que ante la ofensiva japonesa, mandó girar los cañones hacia el bando inglés, en lugar de disparar a los japoneses, en el fuerte de Singapur; y Nehru, abogado de Subhas Chandra y defensor de la independencia India.

Después de su estancia en los países orientales, algunos críticos se atrevieron a asegurar que a partir de ese momento la poesía de Neruda se vio influida por las costumbres, ritos y tradiciones de esos lugares (sobre todo en los poemas de “Residencia en la tierra”). Pablo negó estas afirmaciones, aunque no con demasiada seguridad. Trató de explicar que la etapa durante la cual permaneció allí no fue una etapa de esplendor cultural, ni mucho menos, sino un período de lucha por las libertades y la mejora de la calidad de vida de las desventuradas personas que allí vivían.

En su estancia, el poeta conoció a un curioso hombre, apellidado Powers, que daba distendidas charlas sobre el budismo, diciéndose a sí mismo vegetariano, y que luego se alimentaba de ingentes cantidades de la mejor carne. De pronto se encontró con una mujer enamorada de sus discursos, con la que se casó aún teniendo ya otra mujer. Confesó a Neruda que a su antigua mujer no le importaría en absoluto, pero a los pocos días se la encontró envenenada: se había suicidado.

Pablo no solía ejercer verdaderamente su oficio nada más que una vez cada tres meses.

En el país había una clara diferencia entre hindúes y colonizadores ingleses. Estos últimos no se mezclaban con los hindúes, y a su vez, los hindúes tenían prohibido el acceso a los lugares reservados para los ingleses.

Pablo fue adentrándose poco a poco en la vida de los nativos, que mantenían una jerarquía de castas, situación a la que Neruda se refirió como una “desventurada familia humana”. Aunque le llamaron la atención en algunas ocasiones, se mezcló tanto con las costumbres indias que acabó enamorándose de una mujer nativa, Josie Bliss.

Viaje al oriente


Marsella fue un lugar que fascinó a Pablo por su romanticismo comercial. El barco que tomaron hasta Singapur parecía contener un pedazo de Francia, ya que estaba repleto de sudamericanos y franceses. Muchos de los pasajeros llevaban consigo máquinas de escribir, y la tripulación no dudaba en pedirles el favor de pasar sus cartas a máquina.

También el puerto de Djibuti en el Mar Rojo le impresionó a Neruda, con su intensidad comercial y su té helado.

En Shangai pasó las noches adentrándose en los cabarets casi vacíos de la ciudad, siempre junto a su amigo Álvaro Hinojosa. Una noche de 1928, ya demasiado tarde para volver al barco a pie, tomaron un ricksha cada uno, con la intención de volver más rápidamente. Los conductores les alejaron del centro urbano, llevándoles a un sitio inhabitado donde les atracaron y robaron sus pertenencias, pero dejando intacta su documentación. Así tuvieron que regresar solos al barco.

Llegaron a Japón con la esperanza de que el dinero enviado desde Chile estuviera ya en el consulado. Se tuvieron que hospedar en un refugio de marineros, en Yokohama. Había un cristal roto y entraba todo el frío de la noche, pero nadie respondía a sus peticiones. Un barco naufragó en la costa japonesa, y el asilo se llenó de marineros. Pablo y Álvaro conocieron allí a un marinero vasco que fue su protector durante esos días. Mientras tanto, intentaron contactar con el Cónsul General de Chile para conseguir el dinero, pero no les prestaban atención. Al fin descubrieron que los fondos habían llegado antes que ellos, y habían pasado desapercibidos. Para celebrarlo fueron al mejor café de Tokio, el Kuroncko, y brindaron por su incómoda experiencia.

Pronto llegaron a Singapur. Pablo y su amigo creían estar muy cerca de Rangoon, pero en realidad esto no era cierto. Fueron a visitar al cónsul de Chile, tratando de conseguir más fondos para seguir con su viaje. El señor Mansilla, que así se llamaba el cónsul, se negaba a darles dinero, por lo que Pablo le pidió una autorización para dar una charla acerca de Chile y así recaudarlo ellos mismos. Éste se negó rotundamente, y después de ser chantajeado con la celebración de esa charla, aceptó entregárselo, con unos intereses que los dos amigos nunca pagaron. Por fin llegaron a Rangoon, sorprendidos por sus vestidos y colores, por la pagoda Swedagon y el sucio y ancho río Irrawadhy que desembocaba en el golfo de Martabán.